Escribir no es la copia de un modelo, es la construcción real e
inteligente por parte de los niños ya que la mente de los niños de 4 a 6 años está lejos de ser un
espacio lingüístico vacío en el cual hay que verter la información vinculada
con la lecto-escritura.
Antes de llegar a una escritura
alfabética correcta, los niños recorren un largo camino explorando varias
hipótesis independientemente de la mayor o menor destreza gráfica o de la mayor
o menor posibilidad de dibujar letras; pero en relación a su nivel de
conceptualización. Tratan de comprenderlo, buscan regularidades, ponen a prueba
sus anticipaciones y se forjan su propia gramática. En lugar de niños que
reciben de a poco un lenguaje enteramente fabricado por otros, aparecen niños
que reconstruyen por sí mismos el lenguaje tomando selectivamente la
información que provee el medio.
Es durante este proceso que
comienzan a utilizar grafismos que se aproximan a los números o a las letras de
forma mezclada simplificando y modificando su orientación, lo cual no puede ser
tomado como índice patológico sino como algo totalmente normal. No sólo normal,
sino que en algunos casos estas inversiones son voluntarias y testimonian un
deseo de exploración activa porque la disponibilidad gráfica les resulta
limitada y la única posibilidad de responder a todas la exigencias y expresar
la diferencia de significación es por medio de la variación de dirección y de
posición en el orden lineal produciendo lo que se conoce como escritura en
espejo.
La
escritura se expresa mediante signos que adoptan formas particulares y se
distinguen entre sí; requieren de movimientos que al realizarse guarden
direccionalidad, precisión, velocidad y duración, dependiendo del tono
muscular, de la coordinación óculo-manual y de la representación mental de la
acción a ejecutar, aspecto del proceso de maduración. Es por eso que en un
comienzo del aprendizaje vemos como normal ciertos errores ya que su
coordinación motriz manual aún no se
logra fuera de su cuerpo y menos desde el punto de vista de los demás o de los
objetos.
Es recién a partir de
los 8 o 9 años que estos errores pueden considerarse síntomas de disgrafía motriz afectando a la calidad y fluidez de la escritura en sus aspectos
grafomotores en relación con la forma, el tamaño, la separación y los enlaces,
en la presión, fluidez y ritmo, la direccionalidad, la postura, omisiones,
inversiones, agregados y confusiones.
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