Las tareas para el hogar forman parte de la rutina diaria de muchos
escolares y éstas suelen ser un tema entre padres, docentes y alumnos.
Empiezan a formar parte de la
vida cuando los chicos comienzan la escolaridad primaria, ocupan parte de su
tiempo libre y hasta se convierten en un punto de relación entre la escuela y
la vida extraescolar ya que muchas veces no sólo la familia comparte está
actividad con los niños, sino, diversas organizaciones brindan apoyo escolar.
En muchos casos, para muchas familias, se convierten en una fuente de
conflictos que afectan la relación familiar, cuando los padres trabajan,
disponen de poco tiempo y los niños no encuentran nunca el buen momento para
hacerlos.
Todos sabemos que el aprendizaje no se da de un instante al otro,
necesita un tiempo. Luego del primer momento de comprensión, los alumnos pasan
a la fijación de conceptos y procedimientos, es una de las razones que hacen
necesaria y justificable las tareas. Pero a la escuela le cabe la responsabilidad
de no delegar la función básica de la enseñanza en los padres de sus alumnos.
Las tareas deben ser complementarias a lo que se hace en la escuela y
no suplir cosas que no se llegan a hacer, deben estar planificadas para que los
alumnos aprendan más y no para que los padres estén contentos al ver que sus
hijos trabajan mucho, deben fomentar el compromiso con el aprendizaje, la
autonomía y la responsabilidad de los niños, ser realizadas sin ayuda de los
padres.
La escuela debe explicar a los padres el tipo de acompañamiento que se
espera. Es deseable que tengan registro de las tareas que sus hijos deben
resolver pero asumiendo poco a poco la distancia prudente para que los chicos
asuman las obligaciones como exclusivamente propias.
Maestros que enseñan, padres que acompañan, es la síntesis perfecta
para la resolución de las tareas.
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