martes, 18 de septiembre de 2012

La educación inclusiva



Todos los seres humanos tenemos una serie de características que nos asemejan y nos diferencian, haciendo que cada persona sea única y singular. La diversidad es una realidad compleja que no se reduce a ciertos grupos de la sociedad. Además de las diferencias entre grupos (nivel socioeconómico, culturas, género, etc.), existen diferencias individuales dentro de cada grupo (capacidades, intereses, motivaciones) y el interior de cada individuo (las personas van adquiriendo múltiples identidades a lo largo de la vida por la vivencia de nuevas experiencias).Cada estudiante es portador de un conjunto de diferencias haciendo que el proceso de aprendizaje sea único e irrepetible en cada caso. La atención a la diversidad se refiere, por tanto, a cualquier alumno y no solo a aquellos “tradicionalmente considerados diferentes”, como los alumnos con necesidades educativas especiales.

El desafío ahora es avanzar hacia una mayor valoración de la diversidad sin olvidar lo común entre los seres humanos, porque acentuar demasiado lo que nos diferencia puede conducir a la intolerancia, la exclusión o a posturas fundamentalistas que limiten el desarrollo de las personas y de las sociedades, o que justifiquen, por ejemplo, la elaboración de currículos paralelos para las diferentes culturas, o para las personas con necesidades educativas especiales.
Es importante no confundir diversidad con desigualdad, aunque los límites entre ambos conceptos no son siempre nítidos, porque las diferencias pueden derivar en desigualdades cuando las personas no pueden participar de los bienes sociales, económicos o culturales en igualdad de condiciones. Mientras que las diferencias son inherentes a la naturaleza humana, las desigualdades se producen por circunstancias externas: cuando se establecen asimetrías entre las personas o grupos, cuando las diferencias se utilizan para segregar, seleccionar o discriminar a los estudiantes, o cuando se brinda una atención educativa homogeneizadora que no respeta ni se ajusta a la diversidad.
En América Latina muchas diferencias van de la mano con la desigualdad. Los niños que proceden de pueblos originarios o afrodescendientes, de familias migrantes, que viven en la zona rural o en contextos de pobreza, o que tienen diferentes capacidades se encuentran en una situación de desigualdad en cuanto al acceso a los diferentes niveles educativos y a los logros de aprendizaje, debido a numerosos factores, como la falta de escuelas o escuelas incompletas, la escasa pertinencia del currículo y de los métodos de enseñanza, la rigidez y homogeneidad de la oferta educativa, los obstáculos económicos, la falta de acceso a las tecnologías de la información y comunicación y las características y la escasez de recursos de sus familias y de las comunidades en las que viven.
La educación tiene la obligación moral de eliminar o minimizar las desigualdades sin anular o desvalorizar las diferencias, ya que los tratamientos uniformes profundizan las desigualdades y atentan contra el derecho a la propia identidad. La igualdad ha de entenderse como el disfrute de iguales derechos y posibilidades (legales y reales) que permiten la libertad práctica de optar y decidir. La diversidad personal y cultural hace referencia a las distintas formas de sentir, pensar, vivir y convivir (CMPR, 1999).
Concebir las diferencias como algo normal en los seres humanos que nos enriquece a todos conduce a políticas y prácticas educativas diferentes. Desde esta lógica se apuesta por el desarrollo de escuelas en las que todos los estudiantes de la comunidad se eduquen juntos, y la diversidad constituya un eje central en la definición de las políticas educativas generales en lugar de ser objeto de programas diferenciados. Esto se concreta, por ejemplo, en una educación intercultural para todos, un enfoque de igualdad de género, un currículo flexible que pueda ajustar y enriquecer en función de las características de los contextos y necesidades de aprendizaje de los alumnos, calendarios escolares flexibles según las necesidades de los diferentes contextos, métodos de enseñanza culturalmente pertinentes y sistemas de apoyo para las escuelas con mayores necesidades.
Desde el enfoque de la inclusión, el problema no es el niño, sino el sistema educativo y las escuelas. Las barreras al aprendizaje y la participación aparecen en la interacción entre el alumno y los distintos contextos: las personas, políticas, instituciones, culturas y las circunstancias sociales y económicas que afectan a sus vidas. En este sentido, las acciones han de estar dirigidas principalmente a eliminar las barreras físicas, personales e institucionales que limitan las oportunidades de aprendizaje y el pleno acceso y participación de todos en las actividades educativas (Ainscow, M. y Booth, T., 2000).

Fuente: http://psicopedagogiaespecializada.blogspot.com.ar/2012/09/la-educacion-inclusiva-todos-los-seres.html?spref=fb


2 comentarios:

  1. Entrada muy interesante al igual que el resto del blog. Felicitaciones

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  2. Se debería trabajar así en todas las escuelas del país.

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