viernes, 1 de marzo de 2013

Psicología infantil- Los niños tímidos.


Tradicionalmente, la timidez, no ha sido objeto de grandes estudios sistemáticos ni ha merecido atención especial dentro de la psicología clínica. Podemos alegar diversos motivos. El principal, sin duda, es que el niño tímido suele ser una persona tranquila, callada, temerosa, que evita las interacciones sociales y que pese a que puede llamar la atención de padres, maestros y educadores no suele identificarse como una persona que cause o tenga problemas y, por tanto, tampoco susceptible de necesitar ayuda profesional. 



Pero, ¿qué entendemos exactamente por timidez? 

En su acepción psicológica más clásica, la timidez se utiliza para referirnos a “aquellos niños con un patrón de conducta caracterizado por un déficit acusado en las relaciones interpersonales y una tendencia estable y acentuada de escape o evitación del contacto social con otras personas”. 

Siguiendo a algunos autores podemos concretar las principales manifestaciones de la conducta tímida en los siguientes puntos:


  • El niño tiene problemas para relacionarse con sus iguales o los adultos: No participa ni pregunta en clase, le cuesta iniciar conversaciones con otros niños o tomar la iniciativa en cualquier actividad. Se muestra reservado y distante. 
  • Suelen estar presentes las conductas de ansiedad (anticipatorias de la situación o en la propia situación), temores y miedos irracionales en el sentido de tener que expresar una opinión o efectuar algún acto en presencia de sus iguales o adultos. Acompañando a los temores se produce la activación psicofisiológica (ansiedad) que se manifiesta con temblores, rubor, tartamudeo, dolores estomacales, etc... Lo peor es la falta de autocontrol que puede experimentar el niño ante estos episodios lo que le puede llevar a evitar activamente situaciones concretas.
  • El niño tímido es un niño que sufre y eso le puede llevar a problemas afectivos, de baja auto-estima y una tendencia a subestimarse e incluso a desarrollar ciertos sentimientos de inferioridad acompañados de indefensión, ocasionalmente depresión, hipersensibilidad, culpabilidad, atribuciones inexactas, ideas irracionales, etc... Es también probable que haya episodios de "rompimiento emocional" que se manifiesten en forma de llantos en momentos puntuales o también (según el niño) de conductas disruptivas en su entorno más próximo. Finalmente, también pueden darse quejas psicosomáticas (dolores de estómago, mareos, dolor de cabeza, etc.., en algunas ocasiones para evitar las situaciones temidas: colegio, etc...).

El punto de corte entre la normalidad y la patología nos la debe dar el grado de incapacitación que ocasiona. Cuando la timidez interfiere negativamente con el funcionamiento cotidiano, produciendo incapacitación para desenvolverse con éxito en el terreno académico o social y ésta situación se mantiene en el tiempo, es cuando hemos cruzado el terreno de lo clínico.

También es importante efectuar una distinción entre el niño tímido o retraído del niño triste y deprimido. En el primer caso el niño tiene un funcionamiento “normal” en todas las actividades salvo en aquellas que implican la exposición a las situaciones temidas. Por su parte el niño deprimido presenta un patrón constante en todas las situaciones caracterizado por escaso interés y capacidad de disfrutar así como apatía, irritabilidad, pérdida de energía, sentimientos de inutilidad, etc... Aunque ambos conceptos se solapan, conviene tener claro los límites de cada uno de ellos, sin olvidar que un niño tímido, que sufre en exceso, puede convertirse en un niño deprimido.

Es importante conocer en lo posible el origen de la timidez para tratarla con mayor eficacia. Las causas pueden ser mútiples: genéticas, ambientales, emocionales, de aprendizaje, etc... El niño tímido no lo es por capricho o mala educación. Detrás suele haber sufrimiento emocional y sentimientos de ser diferente.
Es importante no forzar nunca al niño ante situaciones nuevas. Primero hay que consolidar las que ya ha asumido con éxito.
No ridicularizarlo ni hacerle sentir diferente a los demás
El niño debe saber que conocemos y comprendemos su problema y estamos dispuestos a ayudarle Darle confianza y tiempo. Motivarlo a que vaya superando, conforme a su edad, nuevos retos pero sin agobiarle. 
Tratar el problema con naturalidad sin que vea en los padres una preocupación excesiva, eso podría suponer una carga adicional.
Vigilar y corregir (sin reprimendas) las verbalizaciones irracionales o exageradas (por ejemplo: "soy un inutil"; "nunca podré tener amigos"; "si me hacen hablar me desmayaré". Según la edad del niño se pude reflexionar acerca de estas ideas fatalistas.

La timidez en niños debe ser contemplada dentro del curso evolutivo de los mismos. Hay etapas en las que el ser humano está más predispuesto (adolescencia) y se hace más evidente. Normalmente el que ha nacido tímido lo será toda la vida, sin embargo, con el aprendizaje de ciertas herramientas psicológicas, podrá ser más eficiente en sus relaciones interpersonales y, por tanto, gozar de una mejor salud emocional.

2 comentarios:

  1. Qué importante, son tantas las veces que nos encontramos con chicos que como "no molestan" no reparamos en ellos. Cuando un chico se muestra demasiado retraído es una señal a tener en cuenta.

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